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La comunicación trata de dar cuenta del proceso artístico y participativo que se llevó a cabo en la Calle La Normal (Guadalajara, España) en la primavera del año 2021. Durante una semana, ese estrecho callejón fue testigo de la emoción, los colores, las palabras, los juegos visuales, la participación, el juego, la acción y las ganas de tejer relaciones y crear comunidad. Y todo ello, en un marco y contexto postpandémico donde las relaciones sociales y la forma de vida en el exterior se limitaron socialmente. 
Por ello, con la llegada de la primavera decidimos salir a ocupar las calles céntricas de la ciudad, y hacerlo de manera artística, participativa y colaborativa; a través de la pintura mural, una manifestación artística actualmente en auge que genera una comunicación directa con la ciudadanía y una capacidad para transformar los espacios cotidianos. En ocasiones, más allá de ser considerado un movimiento o manifestación artística, es considerado como un movimiento social. 
La semana de intervención urbana comenzó con la participación de un grupo de adolescentes en riesgo de exclusión social inscritos en el programa de Fundación Balia. Este grupo acompañado por una mediadora y artista mural, representó en la pared prestada a ello “Ingredientes para una sociedad sana”, unos ingredientes, conceptos y diseños que estuvieron trabajando durante las semanas previas en el aula con su educadora social. El segundo día de intervención, se acercó otro grupo de la misma fundación pero esta vez del programa de infancia; no por ello dejaron de venir los adolescentes que querían seguir participando y dejando su impronta en el muro. Así, a lo largo de la semana, y sin estar previsto, se acercaban personas, grupos, colectivos, vecinas y viandantes que preguntaban cómo podían participar; y así fue como, el tercer día de intervención la calle La Normal (llamada así porque en ella antiguamente se encontraba la primera escuela de educación de la ciudad: La Normal) se llenó de plantillas de letras, latas de spray, brochas y pinceles, escaleras, guantes y geles para que toda persona que quisiese, de manera independiente pero a la vez colectiva, colaborativa y participativa pudiese dejar su huella en el muro y escribir o dibujar su ingrediente para una sociedad sana. Así fue como, día tras día, desde bebés a personas ancianas dejaron su marca, su palabra, o su dibujo que de manera respetuosa convivía con el resto de ingredientes. Así fue como se cocinó durante una semana -y a día de hoy aun nos alimentamos de y en esa calle y sus sensaciones- una sociedad más tolerante, más respetuosa, más intergeneracional, más unida, con una identidad propia y colectiva, una sociedad donde “pintamos todas”. 
Durante los meses posteriores, esta calle fue escenario pohotocall, fondo de varios vídeos y anuncios propagandísticos de la ciudad, referencia para varias instituciones, pero sobre todo, un lugar de encuentro y reflexión para las personas viandantes, para las primeras lectoras y para las personas participantes.

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