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La belleza de las carreteras secundarias, lo perdido, el viaje remoto, el sitio por donde ya no se transita. Los avances automovilísticos, la notable mejora de las infraestructuras en comunicación, y sin duda, la premura que envuelve nuestras vidas, nos hace perder itinerarios de nuestro pasado llenos de atractivo y de calma. Avanzamos hacia la prisa y nos perdemos la parte substancial del trayecto. En Líneas discontinuas, la cámara es el testigo de la ausencia en estos caminos olvidados, paisajes donde el componente humano ya no existe. Las fotografías de este ensayo ponen de manifiesto el intento de nuestra sociedad por dejar obsoleto cualquier pasado, y el intento, por tanto, de dejar también de lado el conocimiento que aporta ese momento pretérito. Pero, el conocimiento no es caduco. De otro lado, en el campo del arte, también es notoria la falta de calma, de profundidad y la deficiencia en las habilidades para llegar a la importancia del hecho artístico por parte de un gran número de estudiantes. Observamos como el alumnado suele confundir inmediatez, la falsa espontaneidad, con lo artístico, y las imágenes que se generan hoy día tienen un alto nivel de inmediatez, pero, la mayoría de las veces, poseen una nula capacidad artística. Debido a este hecho, creemos que urge la necesidad de ofrecer a nuestros estudiantes instrumentos para comprender lo que las imágenes trasmiten, hacerles apreciar el gran conocimiento, estético y artístico, que se puede extraer al educar algo tan sencillo como es, la mirada. Se nos antoja que la educación en la búsqueda de lo esencial, y la importancia de la luz y el encuadre como metodología para reflejar ideas en imagen, se tornan herramientas primordiales. Es por este hecho, creemos que Cartier Bresson, Rivas, Schommer o Geyrhalter deberían ser autores de referencia. Líneas discontinuas propone un foto-ensayo que trata de proponer preguntas sobre la relación de la mirada, la escucha, lo sonoro y la educación.

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